¿Qué entendemos por “matar” y por “dejar morir”?

Una controversia social recurrente en los debates bioéticos relacionados con las decisiones al final de la vida  es la distinción entre matar y dejar morir. Según algunos críticos con la legalización de la eutanasia, esa distinción justifica que la limitación y el rechazo de tratamientos no estén penalizados mientras que la muerte médicamente asistida sí lo esté: mientras que el médico que limita o interrumpe el esfuerzo terapéutico simplemente estaría dejando morir a su paciente, el que inyecta una dosis letal de una sustancia resultando en la muerte de ese paciente lo estaría matando. Para algunos defensores de la legalización, en cambio, las categorías “matar” y “dejar morir” no presuponen una valoración moral de los comportamientos en cuestión, pues entienden que hay formas éticamente aceptables y formas éticamente inaceptables tanto de matar como de dejar morir. Un uso diferente de esas categorías podría estar a la base de muchos de los desacuerdos sociales y académicos acerca de la muerte médicamente asistida.

Esta es la hipótesis de partida de David Rodriguez-Arias, Blanca Rodríguez, Anibal Monasterio e Ivar Hannikainen (Bioethics, en prensa) en un estudio de “bioética filosófica experimental” recientemente publicado en Bioethics, en el que tratan de explicar cómo piensan y cómo conceptualizan profesionales sanitarios, estudiantes de ciencias médicas y de otras disciplinas expresiones como “matar”, dejar morir” y “eutanasia”.

El experimento tenía por objeto analizar si las personas usan la distinción entre “matar” y “dejar morir” de una forma meramente descriptiva, esto es, como quien constata hechos y describe comportamientos, o bien de una forma evaluativa, lo que implicaría que matar siempre es incorrecto, y que las prácticas de final de la vida consideradas como moralmente aceptables no pueden ser descritas como formas de “matar”.

Se reclutaron estudiantes de medicina y profesionales (N=184), así estudiantes de otras disciplinas (N= 122), y se les presentaron escenarios hipotéticos que describían las decisiones de médicos al final de la vida: una abstención del tratamiento de soporte vital (no poner un respirador automático), una retirada del tratamiento de soporte vital (extubación), y una inyección de una sustancia letal. Cada una de esas prácticas era realizada por un médico. En el experimento, el factor modulador era el consentimiento de los pacientes que, o bien consentían la intervención, o bien se oponían a ella: la mitad de los participantes recibieron tres escenarios en los que el médico actuaba por respeto a lo solicitado por el paciente, y la otra mitad contestaron a idénticos escenarios en los que los médicos actuaban de manera idéntica, salvo por el hecho de que el paciente se oponía a la intervención.

Tras leer cada uno de los escenarios, se pidió a los participantes que clasificaran las situaciones que les eran descritas conforme a tres grupos de afirmaciones sobre el comportamiento del médico:

Hacer vs permitir. El médico…

  • ¿finalizó la vida del paciente?
  • ¿permitió que la vida del paciente terminara?

Selección causal.

  • ¿el médico causó la muerte del paciente?
  • ¿la enfermedad causó la muerte del paciente?

Modalidad

  • ¿El médico mató al paciente?
  • ¿El médico dejó morir al paciente?
  • ¿El médico facilitó la muerte del paciente?

 

Los principales hallazgos del estudio (fig. 1) son que, que cuando un paciente desea morir, su dolencia es considerada como la causa de la muerte y se considera que el médico simplemente le “deja morir”. En cambio, cuando el paciente no desea morir y pide que se haga lo posible por continuar con vida, la conducta del médico es juzgada como la causa de la muerte y, por consiguiente, se considera que el médico “mata”. Los resultados sugieren que tanto el público no especializado como los profesionales de la salud usan los términos matar y dejar morir de manera evaluativa (como moralmente cargados) y no simplemente descriptiva. Idénticos comportamientos son calificados, unas veces como matar, otros como dejar morir, en función de que sean juzgados como moralmente aceptables o no, y esto último depende en gran medida de que los médicos actúen por respeto a las decisiones de los pacientes, o en contra de sus preferencias.

 

Fig. 1 Tomada de Rodriguez-Arias et al. (Bioethics, en prensa) muestra los porcentajes de atribución de la causa de la muerte al doctor o la enfermedad juzgada por profesionales, estudiantes y público en general en función del consentimiento.

 

Los resultados de este estudio dan sentido a una paradoja frecuente: la de que muchas veces se caractericen ciertas acciones como formas de “dejar morir” (por ejemplo, retirada del tratamiento de soporte vital, que implica acciones) y que simultáneamente se describan ciertas omisiones, como no iniciar un tratamiento de soporte vital o no ofrecer una asistencia respiratoria a un paciente que lo solicita, como ejemplos de “matar”.

Lo insólito de los hallazgos de este estudio es que muestra que, para la mayoría de las personas, la caracterización descriptiva de la conducta del médico realmente no es lo que determina cómo se juzgan sus acciones, sino que sucede más bien lo contrario: Es la evaluación moral o dimensión normativa lo que prejuzga y predetermina la clasificación de determinadas conductas, tanto omisivas como activas, como “matar” o como “dejar morir”. Es más, la valoración que se hace de las conductas predetermina incluso la atribución de causalidad entre el comportamiento y la muerte.

Una conclusión práctica que se puede extraer de esto es que, al emplear las categorías de matar y dejar morir, las personas involucradas en estos debates deberíamos aclarar si usamos esos términos descriptiva o evaluativamente. De lo contrario, podríamos estar creando mayor confusión a un debate plagado ya de imprecisiones y ambivalencias (Simón et al. 2008). Comprender las presunciones teóricas del lenguaje que se emplea para referirse a las prácticas vinculadas al final de la vida resulta de particular importancia, sobre todo si se pretende derivar de tales categorías consecuencias jurídicas.

Futuros estudios que utilicen procedimientos experimentales y datos empíricos (en la línea del campo interdisciplinar de la bioética filosófica experimental) nos permitirán avanzar en la comprensión de las controversias sociales, como las que tienen lugar en el ámbito del final de la vida.

Rodríguez-Arias, D., Universidad de Granada. Unidad Científica de Excelencia FiloLab-UGR

Rodríguez-López, B., Universidad Complutense de Madrid

Monasterio-Astobiza, A. Universidad del País Vasco

Hannikainen, I. R. Universidad de Granada. Unidad Científica de Excelencia FiloLab-UGR

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